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The Policy of Truth

You had something to hide Should have hidden it, shouldn't you? Now you're not satisfied With what you're being put through It's just time to pay the price For not listening to advice And deciding in your youth On the policy of truth Things could be so different now It used to be so civilized You will always wonder how It could have been if you'd only lied It's too late to change events It's time to face the consequence For delivering the proof In the policy of truth Never again Is what you swore The time before Never again Is what you swore The time before Now you're standing there tongue-tied You better learn your lesson well Hide what you have to hide And tell what you have to tell You'll see your problems multiplied If you continually decide To faithfully pursue The policy of truth Never again Is what you swore The time before Never again Is what you swore The time before Never again Is what you swore The time before Never again Is what you swore...

La guerra del Peloponeso. La amenaza a la hegemonía como causa de la guerra.

La causa más verdadera, aunque la que menos se manifiesta en las declaraciones, pienso que la constituye el hecho de que los atenienses al hacerse poderosos e inspirar miedo a los lacedemonios les obligaron a luchar. Tucídides:  Historia de la guerra del Peloponeso, I, 17. Gredos, Madrid, 1990.

La guerra del Peloponeso. Desunión y consecuencias.

Por lo que respecta a los tiranos, todos los que estaban establecidos en las ciudades griegas, mirando sólo por sus intereses, tanto por su seguridad personal como por el engrandecimiento de su propia casa, gobernaban las ciudades con la máxima prudencia posible, y no llevaron a cabo ninguna empresa digna de mención, salvo alguna guerra particular contra sus vecinos respectivos ... Así, por motivos de todo tipo, Grecia se vio obligada durante mucho tiempo a no realizar nada notable en común y a que las empresas de cada una de sus ciudades carecieran de audacia. Tucídides:  Historia de la guerra del Peloponeso, I, 17. Gredos, Madrid, 1990.

La expedición de los diez mil. Deliberaciones tras la muerte de los generales.

Así habló Jenofonte. Los capitanes, después de haberle oído, le invitaron a que los condujera, excepto un cierto Apolónides, que hablaba con acento beocio; este individuo dijo que era bien tonto quien hablase de poder encontrar la salvación de otro modo que consiguiendo un arreglo con el rey. Y al mismo tiempo comenzó a enumerar las dificultades pero Jenofonte, interrumpiéndole, dijo: -Buen hombre, me parece que tú no te das cuenta de las cosas aunque las hayas visto, ni te acuerdas de ellas aunque las hayas escuchado. En el mismo sitio te encontrabas que éstos cuando el rey, después de morir Ciro, envalentonado por este suceso, envió mensajeros pidiendo que entregásemos las armas. Y cuando nosotros, lejos de entregarlas, marchamos armados y acampamos junto a su ejército, ¿qué nos hizo enviando diputados, pidiendo treguas y ofreciendo víveres hasta que las treguas se concertaron? Y cuando después los generales y capitanes, haciendo lo que tú aconsejas, acudieron sin armas y confiados e...

La expedición de los diez mil. Los generales ajusticiados por Artajerjes.

Clearco de Lacedemonia [...] nadie tampoco como él para imponer su autoridad a los que le rodeaban. Lo conseguía por su carácter duro y, además por su aspecto, que infundía miedo, y su voz áspera. Siempre castigaba con severidad, algunas veces con cólera, hasta el punto de arrepentirse más tarde en ciertas ocasiones. Esta dureza era en el un principio, pues pensaba que un ejército sin disciplina no sirve para nada. Según contaban se le había oído decir que el soldado debía temer más al jefe que a los enemigos [...] Por eso en los momentos peligrosos todos se prestaban a obedecerle ciegamente y no querían otro jefe; entonces, según decían, la dureza de su aspecto terrible ponía alegres los rostros de los otros, y su severidad parecía fortaleza contra los enemigos, de tal suerte, que lejos de parecerles duro veían en él su salvación. Pero cuando salían del peligro y era posible pasar a las órdenes de otros jefes, muchos le abandonaban [...]      Próxeno, de Beocia [...] Sab...