Es preciso, sin embargo reconocer que, si somos sensatos, esta asamblea no debe ocuparse únicamente de nuestros intereses particulares, sino que debe determinar si todavía podremos salvar a Sicilia entera, amenazada, a mi entender por las intrigas de los atenienses; hemos de considerar, respecto a la resolución de nuestras diferencias, que los atenienses son unos mediadores mucho más persuasivos que mis palabras, pues, poseyendo el mayor poderío de Grecia, están al acecho de nuestros errores con la presencia de unas pocas naves y, amparándose en el legítimo título de una alianza, con especiosos pretextos, tratan de disponer según su conveniencia lo que es enemistad natural. Porque si emprendemos nosotros la guerra y solicitamos su auxilio, a unos hombres que intervienen aun sin ser llamados, y si a nuestras propias expensas nos causamos perjuicio a nosotros mismos y al mismo tiempo les allanamos el camino del imperio, es natural que, cuando nos vean agotados, vengan entonces con fuerza...
Muchas calamidades se abatieron sobre las ciudades con motivo de las luchas civiles, calamidades que ocurren y que siempre ocurrirán mientras la naturaleza humana sea la misma [...] la guerra, que arrebata el bienestar de la vida cotidiana, es una maestra severa y modela las inclinaciones de la mayoría de acuerdo con las circunstancias imperantes. Así pues, la guerra civil se iba adueñando de las ciudades, y las que llegaban más tarde a aquel estadio, debido a la información sobre lo que había ocurrido en otros sitios, fueron mucho más lejos en la concepción de novedades tanto por el ingenio de las iniciativas como por lo inaudito de las represalias.Cambiaron incluso el significado normal de las palabras en relación con los hechos, para adecuarlas a su interpretación de los mismos. La audacia irreflexiva pasó a ser considerada valor fundado en la lealtad al partido, la vacilación prudente se consideró cobardía disfrazada, la moderación, máscara para encubrir la falta de hombría, y...