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¡No, joder! ¡Chris Cornell no!

No me lo puedo creer. Estoy escribiendo esto días después de que saltara la noticia y todavía me cuesta asimilarlo. Chris Cornell ha muerto. La sensación es rara, pienso "¿pero si a él no le tocaba todavía, no?". Los que rondamos los cuarenta y pico años vivimos la revolución que supuso el éxito del grunge. Aquello fue un huracán que arrasó con el panorama del rock heredero de los 80. El hard rock estaba en su apogeo con grupos como Guns N' Roses en la cúspide de la fama, rompiendo listas, llenando estadios y con barra libre en la MTV. Pero Guns N' Roses fue el canto del cisne del rock ochentero, porque a finales del año 1991 un ciclón llegó desde la costa oeste americana, desde Seattle concretamente, para volver del revés toda la escena, y al frente, como avanzadilla exterminadora, un cañón despiadado: Smells Like Teen Spirit. Todo el glam, el metal, etc., se fue a tomar viento fresco. El hard rock clásico no desapareció, por supuesto, pero quedó eclipsado por un movimiento que iba a reinar en el rock de los 90: el grunge. Una mezcla de hard rock, punk y garage, que resultó altamente inflamable. Nirvana fue el abanderado del sonido Seattle, pero otras bandas, algunas más veteranas, también tomaron parte en el asalto, como Pearl Jam o Soundgarden. Y es esta banda la que, en 1994, edita una barbaridad de álbum: Superunknown.
     El primer sencillo, Spoonman, me fascinó desde el primer riff. Riffs contundentes, rítmica despiadada y un vocalista para volarte la cabeza: Chris Cornell. ¡Qué agudos, qué registros, qué poderío! Ese tío tenía más octavas en la garganta que un piano. Aquello era una puta locura para mis recien estrenados 20 añitos. Si la descarga había sido importante, el segundo hit me dejó catatónico: Black Hole Sun. ¡Qué señora canción! ¡Qué arpegios tan hermosos y a la vez con tanta energía! Coger una guitarra, afinarla en drop D, tocar Black Hole Sun y cantarla,... y ya se puede caer el mundo a tu alrededor que aquello no va contigo. El dísco no sólo son estas dos canciones, está lleno de joyitas (The Day I Tried to Live, Fell on Black Days,...). Lo recomiendo vivamente pues es un referente del rock de los 90. En aquellos días regía Nirvana, aunque su reinado fuera efímero (la muerte de Cobain, casi al mismo tiempo que el lanzamiento de Superunknown, puso fin a la fulgurante carrera de la banda). El brillo de Nirvana y el protagonismo de Kurt Cobain, desdibujaban relativamente la calidad del trabajo del resto, Soundgarden incluidos.
     El grunge pasó a la historia, como un Ícaro que se acerca demasiado al sol y se precipita en plena juventud. Sin embargo muchos de aquellos protagonistas sobrevivieron sin dejar de trabajar y reinventarse. No pretendo ser exhaustivo por lo que, de entrada, solicito el perdón de aquellos que sientan que me olvido de hitos o nombres importantes (como Eddie Vedder y otros), solo quiero destacar a aquellos que he continuado disfrutado personalmente hasta hoy: Scott Weiland (R.I.P.), magnífico frontman con Velvet Revolver; Dave Grohl y sus Foo Fighters; y naturalmente Chris Cornell, tanto con Audioslave como en solitario. Be Yourself, Show Me How to Live, .... para culminar con un soberbio trallazo : You Know My Name, mi canción "Bond" favorita (y mire usted el nivel de la competencia: Paul McCartney, Tina Turner, Garbage...), épica y elegante. Comienza con una repetición de acordes: Sim-Sol-Mi, y a partir de ahí alterna energía contenida y desatada, hasta alcanzar el cenit por obra y gracia de la portentosa voz del señor Chris Cornell.
Descanse en paz.

Chris Cornell era más que una maravillosa voz.
En el centro, acompañado de Eddie Vedder (i.) y de Johnny Ramone (d.).

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