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El Ocho

Ningún comercio de Sevilla me ha sido tan recurrente a lo largo de la vida como la librería Maymen. Desde muy joven siempre me gustó pasear entre sus mesas repletas de libros, donde era fácil encontrar alguno interesante a buen precio. Pero el tiempo pasa y todo cambia. En mi última visita había carteles pegados en el escaparate que anunciaban el cierre del negocio (el dueño se jubilaba y nadie se hacía cargo del mismo), ofreciendo estupendas ofertas para liquidar las existencias. Hice pues mi última compra, entre otros libros adquirí El Ocho, de Katherine Neville.

No sé ni por donde empezar... ¡Menudo truño! Es posible que a los que les gustó El Código Da Vinci también les entusiasme. Aliña temas parecidos: seudohistoria, seudociencia, mitología/religión, misterio, intriga, etc., todo ello sazonado de coincidencias y desenlaces fáciles. Me sorprende el gran éxito de ventas de muchos de estos títulos que son, en mi opinión, tan ridículos.

La protagonista se llama Catherine y es una experta informática especialista en transporte y energía. ¡Oh vaya, qué casualidad!, la autora se llama Katherine y, según muestran las solapas del libro, se dedicó como asesora técnica a la instalación de sistemas informáticos, trabajando en los ámbitos del transporte y la energía. Pues empezamos bien, pensé, sí que se ha exprimido la sesera para crear su personaje principal. Una mujer de gran inteligencia y valentía, una seductora heroína de acción al puro estilo ochentero. La protagonista se ve envuelta en una misteriosa trama que gira en torno a un antiguo ajedrez que esconde un peligroso secreto. Sin embargo este “secreto” tan, tan secreto, lo conoce hasta el apuntador. Al parecer todo el mundo menos la protagonista. Conocido por la mayoría de personalidades históricas: políticos, científicos, militares, religiosos..., desde Carlomagno hasta Napoleón, sin dejar ninguno por el camino, que no hicieron otra cosa, por lo visto, que buscar el misterioso ajedrez. Además, todos los personajes que rodean a la protagonista también conocen, en mayor o menor medida, la existencia de dicho ajedrez.

Toda la trama se desarrolla de la manera más absurda y simplona, repleta de coincidencias, intercalando por momentos bobas escenas pasionales (personajazo el del campeón de ajedrez ruso Solarin, un exótico galán de larga melena rubia).

Para abreviar: ¡que no me gustó! Así que si algún día sientes la tentación de abrir el libro y tragarte sus 649 páginas, te diría lo que Gandalf gritó a la compañía del anillo en el puente de Khazad-Dûm: Fly you fools!

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